Wright fue un arquitecto revolucionario en su época, muchas veces criticado por su trabajo, el artista nunca dejó de hacer lo que más le placía. Diseñó más de mil obras, de las que solo la mitad pudieron llevarse a cabo, destacándose por la continuidad entre el espacio interior y exterior, en armonía con la naturaleza.

Como cita la web Madera y Construcción, Frank dijo que “sólo si entendemos la madera, podemos utilizarla con inteligencia”, lo que desde el sector maderero se promueve su uso en la disposición, manera y lugar más idóneos para comprenderla, pero Wright iba más allá.

Una de las perspectivas sobre la madera proviene del sintoismo japonés, religión que se basa en la adoración de las fuerzas de la naturaleza, entre estas, la madera de los árboles. Desde cómo surgía y cómo se implementaba en las construcciones japonesas, hasta el vínculo que hay entre el ser humano y la madera, fue lo que encantó a Wright durante su estancia en el país asiático.

El cómo se trabaja la madera era un tema para Wright del que delegaba toda la responsabilidad a quien la tratara para conseguir su máxima expresión, ya que el uso de las tecnologías solo es un apoyo a la sensibilidad de la mano que trabaja y valora la vida del árbol, que no tiene por qué perderse. En este sentido, la madera a ojos de Frank, se volvía más valiosa con el tiempo.

Así, al llegar al momento de la construcción, no se toma como algo improvisado, sino como el arte de la arquitectura. Como dijo Wright “el arquitecto debe esforzarse continuamente para simplificar, debe ser cuidadosamente considerado para que la comodidad y utilidad puedan ir de la mano con la belleza”, demostrando que su trabajo no lo tomaba a la ligera. 

Trabajar la madera con inteligencia va más allá de sus usos prácticos, para Frank Lloyd Wright, tiene que ver con el aprovechamiento de los recursos, la sensibilidad para tratar el material y la capacidad de admiración a la madera.